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Marcharse para volver

  • Foto del escritor: Yelena Smarkutska
    Yelena Smarkutska
  • 20 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

Tengo una mala costumbre de guardar todo como recuerdos: objetos, personas, incluso lugares. En cada mudanza que hago me pregunto para qué necesito todas esas entradas del cine, agendas viejas o posavasos de ese restaurante que tanto me gustó en Malta y que, por supuesto, tengo más que localizado en las redes. Lo mismo ocurre con los contactos: el número de alguien que conociste en el tren de camino a Barcelona a quién jamás vas a llamar, las tarjetas de visita de toda esa gente que encuentras por ahí y no recuerdas a que se dedica, los mapas de los lugares que ya visitaste y no estas seguro de volver y un largo etcétera. Es cierto que forma parte de nuestra vida pero ¿qué pasa si se convierte en un mal hábito? ¿Por qué nos cuesta tanto desprendernos de aquello que nos resulta innecesario? En el proceso de investigación sobre el asunto me tope con distintos fenómenos de la conducta psicológica como el apego patológico, acumulación compulsiva o dependencia emocional. Existe una inmensa variedad de estudios e información sobre ellos pero lo que de verdad resulta revelador es el libro de Walter Riso Desapegarse sin anestesia: Como soltarse de todo aquello que nos quita energía y bienestar. El autor explica que el apego es un vínculo mental y sobre todo emocional a personas, objetos, ideas, incluso sentimientos con la única creencia de que este proporcionara de manera única y duradera seguridad, satisfacción, autorrealización o felicidad. Lejos de ser cierto, ademas es una conexión obsesiva que termina por quitarnos nuestro tiempo, independencia e identidad. Es curioso como en diferentes culturas adquiere significados totalmente opuestos; para el mundo oriental es una forma de adición mientras que para los occidentales una expresión de afecto o interés. Las causas son diversas y varían en función del individuo, lo que esta claro es que una vez reconocido e identificado es posible y muy recomendable practicar el desapego. Al deshacerte de lo innecesario ganas espacio físico, mental y emocional como consecuencia, abres camino a las nuevas oportunidades, ganas libertad y seguridad personal. Me gusta la frase de Ernest Folch que dice: “a veces hace falta irse para poder volver”. Necesitamos encontrar esa pasión armoniosa que permite comprender que nada es permanente, todo requiere de una transformación para disfrutar plenamente del proceso sin importar el resultado. Y es que es muy probable que en la carrera de la vida la única renuncia es quedarse estático. Y si seguís con dudas preguntadle a Leiva que vive cada día como si fuera a morir mañana ;)

 
 
 

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