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Café con olor a naranjas

  • Foto del escritor: Yelena Smarkutska
    Yelena Smarkutska
  • 12 nov 2019
  • 2 Min. de lectura

Encima de la mesa como siempre un café solo, sin azúcar y sin aliento, un par de naranjas a juego con su bufanda, artículos, notas y recuerdos. Su foto... Ha llegado el momento de hacer limpieza, en la

mesa, en la vida. Dicen que el chocolate es un buen antidepresivo, endulza la amargura de la nostalgia. El tiempo está jugando al escondite, se le da de miedo. La cordura ha decido no volver de sus vacaciones, que disparate. Ella siempre tan perfecta, fuerte y sonriente, siempre ocupada, disfrutando de la vida diurna en la gran ciudad. Él es un alma libre, un “vampiro” y un fanático de las noches, tan independiente y ambicioso, tan egoísta… “El destino es un dios ciego” dicen…

Él adoraba escucharla, nunca paraba de hablar y cuando lo hacía era para saborear sus labios, rozar esa piel de mariposa, siempre desprendía un olor a margaritas, le encantaba su sonrisa. ¿A quien no le gusta ser escuchado? Ella disfrutaba mucho de su misteriosa compañía, esa mirada pícara y su dulce expresión de inocencia. Eran escasos sus encuentros, pero tan deseados, mensajes de buenas noches y cafés de buenos días.

Nada dura para siempre. Se perdió la calidez de las miradas, de su tacto y el frío otoñal se instaló en sus vidas definitivamente. Después llegaron los vientos de reproches, el dolor y un mar de lágrimas. Lo típico de esta estación: té verde, largos paseos bajo la lluvia, resfriados y ese duelo sordo. El resto de sus vidas… ¿A donde fue a parar ese entusiasmo que ruborizaba sus mejillas? Solo le quedaba el sabor agridulce a melancolía y quizás algún recuerdo de su misteriosa sonrisa. Alguna vez se preguntaba si sufría él pero no quería saber la respuesta. Que importaba cuando su dolor era suficiente para los dos. Quería olvidar…

Una día más su habitación, la mesa, el café frío que tanto detesta y las naranjas que tanto le gustan a él. Su foto, la sonrisa cansada y triste, el desorden: en la vida, en la cabeza, encima del escritorio. Es la hora de hacer una limpieza, pero el pasado no se borra...


 
 
 

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