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Bésame a quemarropa

  • Foto del escritor: Yelena Smarkutska
    Yelena Smarkutska
  • 25 nov 2019
  • 2 Min. de lectura


Una chica entró en el café y se sentó sola a una mesa junto a la ventana. Era muy linda, de cara fresca, mirada verde y espabilada, pelo color lavanda y sonrisa agridulce. Parecía impaciente, miraba el reloj, mordiéndose el labio y jugueteando con un mechón.

Peter llegaba tarde, como siempre. Esta vez el único motivo era la falta de coraje. No quería ver a Hela, no sabía cómo iba a tomarse lo que tenía que decirle y tampoco quería enfrentarse a la realidad. ¿Y cuál era? Que es un impostor, un mentiroso y un canalla. Cuando le asignaron este caso sabía que iba a ser el despegue de su carrera. Lo que no se imaginaba es que el objetivo se convertiría en lo más importante de su mundo.

Hela pidió otra copa de vino, repasó una vez más el discurso y miró la pantalla del móvil. Sin noticias de Peter, como era de esperar. A estas alturas ya debería de conocer su verdadera identidad y el motivo por el cual estaba en la ciudad. Reclutada desde los 15 años, era la mejor de su promoción. No podía fallar en esta misión, había mucho en juego pero, sobre todo, su profesionalidad.

Peter contestó la llamada sin muchas ganas.

- Estamos listos. ¿Te acuerdas de la señal? - sonó la voz al otro lado del teléfono.

- Soy un profesional, John- replicó nervioso.

A Hela se le aceleró el pulso al verle entrar. Era tan resultón con su abrigo de cachemira que parecía estar fuera del lugar en ese ordinario café. Le sonrió y ella sintió como la sangre se apoderaba de sus mejillas.

- Hola. ¿Llevas mucho esperando? – preguntó Peter.

- Una eternidad, siempre que se trate de ti.

- Me fascina tu habilidad de hacerme sentir único.

- ¿Quieres tomar algo o directos al grano?

- Un whisky con hielo estaría bien.

Hela hizo señas al camarero y mientras esperaba ser atendida preguntó a Peter por qué había escogido este lugar. Antes era un cabaret, las paredes de terciopelo rojo y las antiguas carteleras delataban su pasado a pesar de haber sido convertido en un café del barrio.

- ¿No crees que añade un toque de glamur a nuestro encuentro? – soltó con un guiño Peter.

- ¿Desde cuándo te preocupas por los detalles, querido?

- Lo aprendí de ti, ma chère.

- Peter, yo tengo tanto que decirte pero en realidad…

- Yo también te quiero, Hela. Lo único que necesito saber que hoy saldrás de aquí con vida. Todo lo que necesitas está en el baño, debajo del lavabo. Del resto me encargo yo. ¿Crees que ahora podría robarle un beso a la mejor ladrona del mundo?

Nunca un beso fue tan eterno y corto al mismo tiempo, estaban rodeados, sus vidas corrían peligro pero nada importaba como el amor que tanta libertad les concedía...

 
 
 

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